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Tu fragilidad es como la escarcha.
A veces no sé como tocarla sin afectarla.

Tu espontaneidad es mi deleite, la magia de tus detalles, tu humanidad extrema, que a veces me hace sentir ajeno, rígido.

Mas la rosas tienes espinas, y el amanecer tiene distintas horas, y la felicidad existe solo en pequeñas dosis.

Dejar crecer una rosa en el jardín implica mas que solo mirarla, implica rasgarte el alma con sus espinas y soportar el olor del abono, a veces en cantidades desmedidas.

Hoy solo quiero escuchar canciones tristes, pues llevo todo un día entre dos noches y el sol no salió nunca hoy, y es que los sueños pueden hacerse realidad si así lo quieres y también las pesadillas.

Ten cuidado con lo que quieres, pues lo puedes tener.

En el vertiginoso camino al fondo del precipicio los colores son solo uno, y es uno nuevo, sin nombre aún, distinto a todos cuantos haya visto, diría que se asemeja al púrpura, pero no estoy seguro, parece cambiar burlonamente en la caída.

Hace frío en el camino, el viento me corta el rostro y a la vez emite sonidos como melancólicas notas de una zampoña, no sé porque de una zampoña, pero es un sonido gélido y quejumbroso, no sé aún si presagioso.

Animas extasiadas con el nuevo visitante, se esfuerzan por asomarse y ver la milésima de segundo que para su vista significa mi paso cerca de su etéreo cuerpo, mientras que para mí son solo figuras alargadas, con rostros deformes que se difuminan ante mis ojos

Los minutos pasan y entre el olor a incienso del túnel, el sonido quejumbroso del viento, y las etéreas presencias me siento con sueño, pero como dormir en un sueño es imposible, despertar en vigilia lo es también,

Espinas me arrancan pedazos de ropa y de piel de un solo toque e intento alejarme de los bordes, pero ellos se acercan a mí, haciendo la caída mas asfixiante a cada minuto, mientras empiezo a sentir el sabor salado de mi sangre, que mana de mis labios rasgados…